Miro detalladamente la ventana, la lluvia cae sin compasión sobre esta ciudad maldita, la radio sigue encendida.
Pesadamente me levanto a buscar unas velas guardadas debajo del oxidado lavaplatos de esta vieja pensión del puerto de Valparaíso.
Abro el compartimiento de las cañerías. Saco el humedecido paquete de velas, y a ciegas busco los fósforos.
Apenas pude bajar las ruidosas escaleras para llegar a la cocina, al parecer soy el único que está despierto, y por lo tanto el único que necesita de luz esta fría noche.
Enciendo un fósforo, pero éste se apaga con la agitada respiración que desprendo, nunca me gustó la oscuridad…desde pequeño que le tengo miedo...nunca he podido superar aquel suceso que me determinó a ser cobarde por toda mi vida.
Vuelvo a encender otro fósforo, éste lo tapo un poco con mi mano para que no se tope con mi aliento, enciendo la vela sin problemas aparentes, pero de un momento a otro vuelve la luz, lo noto por que la puerta abierta de la habitación donde me alojo se ilumina de repente. Apago la vela y la tiro a un lado con un poco de vergüenza, si hubiera sido un poco mas paciente, no habría tenido que exponerme a mis traumas de infancia.
Me siento en frente del escritorio, la pieza huele a humedad, bueno, huele así todos los inviernos. Cabe decir que vivo aquí desde que quede en la facultad de Ciencias Sociales de
Cigarrillos: 20…
La cajetilla completa en menos de dos horas, mis manos apestan a tabaco, no pude dormir en toda la noche, las gotas golpeando los recipientes metálicos puestos en el piso se han ocupado de prolongar mi insomnio, por supuesto, estoy insinuando que tengo goteras.
Como ya no tengo nada que fumar me levanto buscando algún pucho arrugado en mis pantalones…nada.
Ya está amaneciendo, un tono azul baña toda la habitación (ahora podré levantarme sin miedo), también hace dos minutos que dejo de llover. Tomo el recipiente lleno de agua, abro la puerta y me dirijo al baño.
Abro la tapa y tiro toda el agua de lluvia por el caño.
Me recuesto boca abajo, mi almohada huele mal, ultima vez que fumo en la cama. Es sábado, como no tengo mayor vida me puedo quedar acá todo el día, de todas formas nadie se dará cuenta de que falto en alguna parte.
Eso quiere decir, si tengo algo que hacer, nadie se dará cuenta de que no lo hice, eso acompañado a que tengo muy pocos amigo (uno, los demás ni siquiera me hablan ), y por razones obvias no tengo novia (excepto esa gata blanca con manchas anaranjadas que descansa en mi ventana todas las tardes soleadas de domingo).
Todos estos datos adjuntos significan que no tendré panorama nocturno…ya no salgo en la noche, hace 13 años que no salgo de noche, suelo encerrarme en mi pieza y a fumar mucho, últimamente he recurrido a mi viejo computador para abastecerme de compañía…
La ventana se abre de golpe en la pieza de tono azul, me levanto a cerrarla, entonces ese recuerdo olvidado a la fuerza vuelve a recorrerme la espalda y a causarme ese frío que no sentía desde aquel día…
“Uno”
Todo paso un día cualquiera en esa calle sin pavimentar, en la aburrida ciudad de San Felipe.
Mi casa era de color roja con verde, todos los días –recuerdo- jugaba a la pelota con un vecino que se llamaba Mateo. El siempre llevaba puesta una polera del Colo-Colo, ese equipo del cual mi abuela decía que sus hinchas eran unos salvajes desadaptados, que lo único que hacían era dejar la cagada en Santiago y rayar las paredes. También me juntaba con
Para mi el mayor espectáculo por ese entonces era ver como se bañaba Karen completamente desnuda…claro, ella era un año mayor que Mateo, ambos teníamos 12 años.
Mateo siempre me decía que su hermano mayor, que se llamaba Alejandro (en total eran tres hermanos, de los cuales Mateo era el menor), llevaba mujeres a la casa, quienes la mayoría de las veces eran compañeras de curso, el Hermano de mateo tenia 19 años, ellas gritaban toda la noche.
Conociendo estos antecedentes de parte de la familia de Mateo, no creí necesario decirle todo lo que hacia los días sábados en las mañanas, ni tampoco hacerle saber de los hermosos pechos que desarrollaba su hermana mayor, claro, de todas formas nunca se lo hubiera dicho.
En cuanto a mis padres, bueno…yo me trataba de convencer de que todo iba bien, de que en todas las familias era normal que el padre llegara ebrio todos los días, que te mandara a acostar violentamente, y que de allí solo escucharas discusiones en las cuales tu madre, a la que querías como a ninguna otra, nunca saliera ilesa. Pero bueno los demás datos de los cuales yo podría hablar solo son eslabones de una cadena oxidada en mi mente.
“Uno y medio”
Cierro la ventana, por un momento me asuste, creí que alguien venía por mi, como aquella noche…
No se si deba contárselo a ustedes como si fuera muy normal, incluso, creo que no es de su incumbencia saber los hechos que mataron mi infancia, claro, cerrada la ventana no es necesario tener que volver a contar mis traumas…ni tampoco hablar solo como lo he hecho hasta ahora.
Logre dormir por unas horas mas, me encuentro con la cabeza apoyada en la almohada, el pelo me cubre los ojos, no tengo idea de cómo pude vencer el nerviosismo de la pequeña salida a la oscuridad de la noche, y el no poco considerable susto que me dio el golpe de la ventana contra la pared, al mismo tiempo que las cortinas se arquearon por el viento dándome la idea de que alguien entraba a la pieza, de que alguien venia a buscarme, o peor, que mi Padre venía a buscarme como aquella maldita noche de miércoles.
“Dos”
Todo seguía rutinariamente, si es que cuando eres un infante en potencia eres capaz de llevar una rutina estable, bueno, la verdad no lo se, pero eso no viene al caso en este momento.
Había dejado de de jugar esa tarde con Mateo, su madre lo llamaba muy temprano, ya que sabia la naturaleza de las reacciones de mi padre, quien llegaba sorprendentemente ebrio a las siete de la tarde, a mi me entraba a golpes a la casa, y seria la misma historia de siempre…ya lo quisiera yo.
Esa tarde entré a la casa para evitar la vergüenza de que te entren a golpes y gritos delante de todos en la calle…lo admito, me daba una vergüenza extrema. Entonces entré y me senté en el comedor, tome un Batman que tenia solo un brazo, dado que lo había pisado sin querer cuando me bajé del montón de madera en el cual me encaramaba para ver desde el hoyo del muro el Show de Karen al otro lado.
Mi padre llego como siempre, pero esta vez en vez de gritarme que me fuera a la pieza, me tomo de la polera, violentamente me arrastró hasta la pieza y me lanzo allí, no sin antes propinarme un par de patadas mientras mi madre le gritaba que era un maricón, un cobarde.
El cerró la puerta de un golpe y me quede solo llorando.
Pase 2 horas encerrado en mi pieza sin escuchar lo que pasaba afuera, dado que me tapé los oídos con las manos mientras tarareaba una canción de los Prisioneros, la cual había escuchado por que Alejandro, el Hermano de Mateo, la ponía a todo volumen cuando llegaba del liceo.
Ya era de noche, deje de tararear, y decidí mantenerme atento a cualquier ruido que me digiera que todo había terminado, como mi madre sollozando en la otra habitación, o algo por el estilo…no escuché nada.
Me quede quieto…
La puerta se abrió de golpe, una brisa helada entró en la habitación, y con ella entró mi padre, su camisa tenia manchas de sangre, lo que me hizo saber que esta vez le había hecho daño a Mamá. Me tomo del brazo, el no decía ni una palabra, yo le gritaba que por favor no me golpeara, entonces me tiro a la habitación de ellos, miré hacia la cama y allí estaba mi madre con un corte en el cuello y varias puñaladas en el vientre. Me quede inmóvil, el se me acercó y me empezó a dar de patadas en el estomago, mientras yo le gritaba palabras que ahora no recuerdo.
Cuando se canso de golpearme apagó la luz de la pieza y cerro la puerta dejándome encerrado, me levante de golpe y comencé a gritarle que me dejara salir, el miedo, la desesperación y la angustia me mantuvieron en la total histeria.
Estuve a oscuras toda la noche, incluso, toda la semana que estuve allí. De noche no me atrevía a encender la luz, siempre le tuve miedo a los muertos…y de día cerraba los ojos y escuchaba las moscas bolar cerca de mi.
En los últimos días el olor no me dejaba dormir, créanlo…era insoportable, y al mismo tiempo lo era pensar que lo que olía era mi madre.
Me encontraron los Carabineros por una denuncia que habían hecho los vecinos por el mal olor, sentí cuando forzaron la puerta, no podían creer que había un sobreviviente en medio de aquella podredumbre, incluso uno de ellos vomitó al entrar. Me tomaron en brazos y me sacaron a la luz, mientras los curiosos se acumulaban alrededor de la casa, vi a Mateo y Karen entre la muchedumbre me miraban con esa cara pasmada, pálida por el frío. Los periodistas amarillistas sacaban fotos, mis ojos se encandilaban con los flashes.
Según supe, mi padre se colgó al entrar en conciencia de los que había hecho, por eso era el olor extremo. Quede a cuidado de mis abuelos maternos, no hable durante un año, los doctores me examinaban, pero yo en ese lapso no dije ni una sola palabra.
“Dos y medio”
Me levanto, ya es de día totalmente. Lavo mi cara y salgo de la pensión, y la luz del nuevo día me saca de la oscuridad.