lunes, 30 de mayo de 2011

Pánico Extra: Perdí mi juventud en Curauma.


Movías tu cuerpo sobre mi, tuviste un visible viaje al brillo, y dejaste que te abrazara desnuda en medio de esa tarde colegial, cómplice, de Curauma. Leías vía Internet algunos tomos de “Transmetropolitan”, yo me subía los pantalones, me arreglaba el uniforme del Liceo 2 de recreo y te veía blanca, en ropa interior, sobre la cama de tu hermano, ese que trabajaba todo el día.

Y perdí mi juventud en Curauma, bebíamos mientras yo te leía unos poemas insanos e inexcusables, de los cuales tu insistías que nacería mi fama maldita que me haría una persona conocida en el país. Después me desvestías y seguíamos hasta que llegara la noche, y que la última micro me devolviera a Playa Ancha.
A veces me preguntaba quien de los dos se necesitaba más, salía del liceo, mis compañeros te silbaban, unos me trataban de “Compañero traidor” porque tu eras la mina del colegio cuico de abajo, y yo el cabro chico chorizo adoptado por aquellos Evertonianos Ruletas. Pero no lo era, me habías adoptado en aquella micro que me llevo junto contigo, cuando compramos una bebida y yo falté al preuniversitario.

En una la orilla de aquel tranque artificial que nunca entendí, lanzábamos piedras y el agua se dibujaba en tu cara, nos acostumbramos a estar juntos, tu te dabas cuenta que yo estaba allí, y yo siempre te miraba y sonreías tapándote los ojos, sonriéndome, jugando a ser niños te encontré, cuando aquella tarde, ahí mismito, tomaste mi mano y la llevaste a tu entrepierna, me mirabas con complicidad absoluta, me mirabas como si de todo esto dependiera nuestra existencia, después vino un beso, después vino tu voz en mi oído diciéndome sólo algo que recuerdo aquellas noches en que el Valparaíso ebrio me llama, creo que por eso bebo compulsivamente.

El último cómic que me regalaste fue la “La retirada”, libro 5, donde muestran uno de los tantos orígenes del Joker. Después solo tengo encuentros vagos sobre leídas nostálgicas, y ese eterno “Perdí mi juventud en Curauma”, que suena al “Perdí mi Juventud en los burdeles” de Gonzalo Rojas, la única gran diferencia es que no moriste, como aquella dama de la noche de la cual el poeta hijo de Rokha se enamoró perdidamente.
Después nos perdimos, después llegó el amanecer, después llego mi compañero de casa a despertarme, sonaron los Strokes, y los huevos friendo. Sale de nuevo el sol, tengo una leve sensación de pánico por ello, 

¿Dónde carajo guardé esas pastillas?

domingo, 15 de mayo de 2011

Pánico: Fuera de tiempo


Tomo el celular que suena rompiendo la oscuridad de mi pieza. Odio cuando me llaman en medio de la noche, porque después no puedo seguir durmiendo, me tiembla el cuerpo y no logro tranquilizarme, pienso que todo puede pasar.

Veo el número, me cuesta darme cuenta que no es un mal sueño, pero el aparato vibra, y mi brazo se adormece sosteniéndolo, estoy tenso, es como si me llamara el diablo para comunicarme espléndidamente que está al otro lado de mi puerta con una caja de cigarros y unas películas de cine rumano sin subtítulos

Desvío la llamada, y vuelvo a dejar el celular en la cómoda, miro el techo y comienzo a tararear aquella canción de Oasis de la cual nunca recuerdo el nombre. La noche golpea la ciudad y los gatos se esconden bajo las latas de los callejones, allá abajo en las aceras del puerto, y podría jurar que una guitarra suena dando eco en las calles donde ya no transita nadie, donde todos están muertos entre muertos. En la otra pieza roncan, son las 3 y media de la madrugada y por la mañana tengo clases.

Cierro los ojos, parece que me estoy durmiendo, claro, siento esa pesadez placentera y ese cosquilleo en los ojos vuelve para hacerme sentir feliz. Suena nuevamente el celular, vibra como el diablo, miro el visor, al carajo.

-¿Qué mierda quieres?- respondo.

-¿dormías?...

-Obvio, supongo que tu no.

-Pensaba en ti, ¿vendrás a santiago algún día?.

-No.

-Tus dibujos siguen en mi techo.

-Y los tuyos en mi corazón.

-tienes mi disco de Pulp.

- Ya no, han sido tiempos difíciles., lo vendí.

- Pues supongo que estamos a mano.

-No Soledad, no lo estamos, te pusiste un anillo y le diste fechas a tu vida, ¿no lo recuerdas?.

- Si lo recuerdo, no pasó hace tan poco. ¿Dónde estás viviendo?

-En el basurero donde me dejaste.

-¿Sientes que el mundo te debe algo?-se escucha que sollozos al otro lado.

-Pues claro…un recibo, o una multa por lo menos.

-¿Cortarás?

-Si, ya estoy tranquilo, o sea, no entiendo tu llamada.

-Es duro que seas así conmigo.

-Anillo, vestido, plata, al carajo.

Corto el celular y lo lanzo al final de la pieza, me cubro con las mantas, y comienzo a darle un sentido a mi día que empezará en tres horas más. Adiós Soledad.