domingo, 20 de marzo de 2011

Pánico: En la Playa (Ideas irrelevantes).


Pablo mira el mar con asco, no pertenece en ningún caso al paisaje que lo rodea, como en esas escenas cuando sacan a Bob Esponja desde el fondo de bikini a la superficie. Andrés sonríe eternamente, mientras Rolando Cruz observa con las manos en los bolsillos el ir y venir del agua.

Me saco las zapatillas y pongo los pies bajo la arena, después saco un cigarro y me pongo a fumar pensando en qué vendrá ahora. Llegar no fue fácil, esperamos por lo menos 2 horas a que un lugareño se apiadara de nosotros y con su camioneta remolcara el Fiat 132 a un mecánico cercano, que nos cobró un ojo por una llanta, y le encontró al vehículo otros problemas que podían dejarnos irremediablemente solos sin comida en medio de la nada.

Un silencio se adueña de nosotros, todo parece haber sido absorbido por el sonido del mar, la postal no debe ser muy común: cuatro tipos lo suficientemente obscuros en medio del sol y del paisaje de “Palomita blanca”. Al igual que cuando en “Trainspotting” van a las afueras de la ciudad y solo se recuerdan a si mismo que son los perdedores más célebres de su escena, probablemente algo muy parecido a nuestro caso

Andrés abre con esfuerzo la puerta, la humedad marítima parece haberla hinchado, un olor a naftalina inunda la superficie y se disuelve en el aire. Mala señal. Ya no sonríe y levanta las cejas.

- ¡Eres un conchadesumadre, Andres y la puta madre que te parió! – Exclama Pablo – ¿nos trajiste a limpiar la casa de veraneo de tu papis?.

-Tranquilo, si al final de cualquier forma había que limpiar todo, ¿no? .

Cruz mira el techo buscando el blanco que se esconde meticulosamente bajo una capa de hongos, que no parecen ser una amenaza, pero habla de cómo una casa de verano es “solo una casa de verano”.

Limpio el baño mientras del otro lado de la pared se escuchan las puteadas de Pablo, ha sido una tarde de trabajo absurdo, muy lejano a estar de vacaciones, pero estar lejos de la ciudad, nuestra ciudad, no hace menos patéticos y definitivamente demuestra que no somos las ratas de jaula que creía que éramos. Allí encerrados en Valparaíso.

Saco los restos de pasta de dientes salpicada en el espejo, de esas que no se han limpiado nunca, del apurado que antes de saltar a la playa y a sus olas salvajes tipo surfin bird se lavó los dientes con una descuidada rapidez, y dejó su asqueroso rastro de baba y espuma sobre mi actual imagen. Qué asco.

La casa tiene una terraza que da hacia la playa, la madera está afectada por las termitas. Pablo se sienta junto a la puerta mientras yo intento mantener la estabilidad de la silla de playa más endeble en la que he estado, Rolando Cruz fuma y escribe en un cuadernillo, ha estado gran parte del día en ello. La casa está reluciente y un atardecer caluroso baña las costas del litoral central.

Andrés aparece desde la playa en traje de baño sonriendo y goteando agua salada. Su versión de este momento debe ser muy distinta a la de nosotros, pero, la casa reluce, cierro los ojos y trato de sentir el calor del día que se va.

Son las doce de la noche, Andrés y Pablo beben el poco alcohol que trajimos, Rolando conversa conmigo sobre la literatura Chilena, y el movimiento que él quiere hacer surgir, un planteamiento raro de la poesía Punk y la sensación de asco en el lector, una propuesta que me parece honesta, aunque no estoy seguro si en realidad sea necesaria la poesía para provocar asco, últimamente pienso que las cosas tienen su categoría escatológica propia.

- es la mejor manera de crear un renacer en la forma de tomar la poesía como un arma, romper el esquemita culeado del idealismo del mundo, o por lo menos esa estupidez que tienen los mamones de… - interrumpo.

-bueno, pero sin idealizar el mundo que te rodea tienes el peligro de convertirte en uno de los cuantos Emos que se hacen llamar poetas, ¿no crees?.

-¡no pos huevón!, si el Emo llora, aquí hay rabia, ¿funai?...

-si, claro, pero…¿Qué ya no lo había echo Charles?...

-¡pico con ese viejo de mierda!, yo te hablo de algo más fuerte, es mezclar la supuesta belleza de la poesía con el queso caliente de un pan plástico de Mc’donals, ¡como mezclar sangre con leche!

-Un asco…

-completamente.

Nos quedamos en silencio, su idea me gusta. Me lanza un cigarro y después su libreta, me insta a leer…

Se lee lo siguiente:

Unilateralidad.

Despertar todos los días enterrado,
escombros de felpa que no te dejan dormir,
caricias con jeringas, muerte social.
Vomitar todos los días internado,
perfecciones dulces que no te dejan salir,

latigazos de plumas, bipolaridad.


Sólo ustedes valen la pena,
no cuenten conmigo,
no valgo ni la molestia.
Cruzaré yo solo el Caradhras,
nadaré por mi cuenta en el Aqueronte.


Explotar algún día encarnado,
desolación hambrienta, homicidio.
Matar todo lo profetizado,
carnicería sangrienta, genocidio.

No digan que no lo se los advertí.

viernes, 4 de marzo de 2011

No estar*




El peso en mi espalda es casi imperceptible,
a estas alturas creo que nada puede ser útil.
La mochila carga lo justo y necesario
y mis pies buscan por sí mismos un camino a seguir,
el más largo y distante, vacío.

Un bus de fantasmas que me observan
secos, pobres, inundados de soledad.
Me convierto en uno de ellos
con cada recuerdo que vomita tu sonrisa.
El verde del paisaje me hace burlas a destajo,
ni las ovejas ni las flores irradian su calor de siempre,
la sal en los ojos se vuelve más grata que cualquier destino.

Tu cuerpo ya no es más que cenizas esparcidas en el barro
en el que ahora me hundo,
tus ojos se derramaron exhaustos
y por las ramas de los árboles vibrantes
cae la última gota de sudor
junto a la cuerda invadida de rojo musgo.

Escapar es una inútil y estúpida estrategia, lo sé,
tu imagen es cada vez más nítida
por cada paso que avanzo hacia la nada.
Camino entre las piedras ardiendo,
me paro frente al mar irrespetuoso,
el sonido del ir y venir me da escalofríos.

Caigo de espaldas y me dejo arrastrar a la orilla,
la espuma se deshace en mis piernas
arrancando la piel.
Miro fijamente hacia un lado,
tus dientes muerden firmemente los labios
como tratando de evitar que recuerde tus palabras.
Intento alcanzarlas con los dedos,
pero las olas envidiosas te borraron para siempre.

Ya no estás,
tienes esa enorme suerte,
por mi parte espero que el mar arrase conmigo pronto
hasta que mis huesos
se confundan con las mil piedras
de este sombrío lugar.