martes, 8 de mayo de 2012

Las "cosas" Part. 1



Fue largo el camino hasta el departamento de Diego. Las Calles estaban desiertas, eran las 2  de la tarde y no había ningún alma dando vueltas por el centro, Valparaíso parecía un día domingo santo en pleno miércoles.  A ciertos ratos se sentía un fuerte olor a bencina, que terminaba con la escena de un auto chocado contra un poste, con la puerta abierta y rastros de sangre, quién quiera que hubiera sido el pobre cristiano, había escapado.

Conforme avanzaba hacia la plaza Victoria  se repetían las vitrinas quebradas, rastros de saqueos, y neumáticos humeando, lo poco que quedaba de lo que fue una noche de revuelta. Comprendí que las “cosas” habían desatado un caos social, nadie soportó el toque de queda, y el estado tuvo que vérselas con unos muertos que caminaban, mordían, atacaban, y también con los vivos que no querían morir y que eran incrédulos ante la epidemia que se estaba por cernir sobre todo, todos.

Avancé hasta llegar por fin a la plaza, y el escenario era dantesco. Un guanaco dado vuelta (no era tan terrible después de todo) en llamas, y el silencio de un turno de guerra, ningún rastro de gente. Había un olor reconocible, la carne cruda cuando la traíamos del supermercado se me vino a la mente como si estuviéramos a punto de hacer un asado. Me preocupé.

Grité, quería ver a alguien, grité por alguien allí, grite nombres, grite mi nombre. Silencio.

Recordé las películas de antaño, “Exterminio” me pareció la adecuada, comprendí por que la mayoría de las escenas debieron ser hechas en la madrugada, donde no había nada ni nadie, ni la desolación. El edificio de Diego estaba a media cuadra, me puse en camino de nuevo, y escuche el ruido.

Un auto comenzó a hacer sonar su alarma, me quedé quieto, fuera lo que fuera vendría rápido, revisé mi mochila, saqué la pistola de mi viejo y empecé a apuntar asustado, maldita sea, nunca había aprendido a tomar una de verdad, y en ese momento me cagaba en mis pantalones. La alarma paró, no escuché el ruido de ninguna horda, de ninguna tropa de “cosas” como en el left for dead 2. 

Sin ningún sentido, como son la mayoría de las acciones de la mayoría de la gente que se encuentra en la incertidumbre, me acerqué al auto, lento, sudando, pero ya sin miedo a nada, claramente aún no había visto nada, solo la plaza victoria semi en llamas y muchos autos abandonados, volcados, y ni rastros de nada y nadie. Eran las 5, comenzaba a hacer frío y ponerse oscuro. Y entonces vi el auto por dentro.

Ok, desde aquí la narración se pone rara. Había “algo” adentro, trataba de abrir la puerta, parecía una mujer de unos 30 años, bueno, palida, con heridas en las manos, rasguñaba el vidrio. Le inventé una historia: 

Se llamaba Viviana, y en medio del caos, y mordida por una de esas “cosas” se oculto en el asiento trasero de su vehículo, mientras veía como los pacos no podían contra las cosas y los protestantes, que a su vez eran comidos, y todo se volvía ese caos pulento que uno se pierde cuando está haciendo algo importante, tapando con una sabana a tu hermana por ejemplo.

Terminé su historia, saqué una foto con el celular (con la poca batería que quedaba), y me decidí a pensar que definitivamente todos quedaríamos así. No había escapatoria, quizás el mismo Diego estaba deambulando en su departamento con la entrada llena de estas cosas. De todas formas las puertas del auto estaban abiertas, no quedaba ni una pisca de la sociedad, por lo tanto la humanidad en si eran mis actos de buena fe, y lo que hice fue un acto de humanidad. Abrí la puerta del auto y la dejé bajar.

Y la “cosa” se bajó, en un vestido semi rosado, manchado de sangre, una piel amarillenta, esas venas marcadas y el pelo teñido rubio, de cualquier forma esa mujer viva no me habría parecido bonita. Me miró, yo la miré (en el nerviosismo le guiñé el ojo), empezó a oler el aire como un animal, mientras las moscas salían de su pelo, tomé distancia suficiente. Y empezó.

Primero se me acercó en una torpe velocidad, asumí que no podían moverse con gran facilidad, era el sistema nervioso contra su capacidad motora real, estaban muertos, estaban tiesos. Mientras más cerca, mas abría la boca, ya me sabía esa historia. A los 6 metros le disparé en una rodilla, no hubo señal de dolor, es más, estiraba los brazos tratando de alcanzarme, la actitud era hostil, aún ocupaba su pierna derecha, le permitía moverse, volví a disparar y cayó al suelo. Creí que era suficiente, me di vuelta y me dispuse a seguir lo poco de camino que me quedaba.

Pero, ninguna historia tiene un buen final si no se demuestra la real naturaleza de la que estamos hechos, el capitalismo nos mal enseñó a no perder, sentí quejidos, me di vuelta. La “cosa” se arrastraba, seguía mi olor, quizá mi ruido, que se yo.

OK,  lo admito, todos tenemos nuestros días de furia, yo me enoje, quizás recordé lo que había pasado con mi hermana, con la madre de Alondra (que no tenía idea donde estaba), con mis viejos, da lo mismo, me acerqué y en escena de ira-cine le puse la zapatilla sobre la cabeza y dispare los últimos cartuchos que me quedaban.

Constaté que ya no se movía, obvio, toda esta locura era como en las películas, el disparo en la cabeza y listo. Abrí la pistola y dejé caer los cartuchos humeantes sobre el cuerpo de la otra vez muerta. Después me senté a su lado mientras de mi mochila sacaba otras seis balas y cargaba nuevamente mi juguete.
Sonó el celular, me demoré en sacarlo del bolsillo, ¿quién podía llamar?, ¿mi viejo preguntando si llegaba hoy a la casa?, MIERDA, aun narrando la historia me sigue doliendo todo, los huesos, la normalidad con la que pasó todo, con la que desapareció todo. Vi la pantalla, Diego.
                -¿Aló? –contesté.
                -El terrible show que te mandaste – respondió.
                -¿Me ves desde tu ventana?
                -Obvio, toalla roja- Miré al edificio, un tipo movía una huevá roja desde una ventana, era él.
                -Ok, te vi, ¿tienes electricidad?
                -Si, pero no ocupes los ascensores, sube corriendo.

Corté, y apreté los dientes.

La reja al edificio estaba abierta, no había portero, solo signos. ¿De qué?, pues adivina, bastardo: sangre, rayones en los vidrios, una cosa verde, fui a los escalones, mis encías ya sangraban, y como nunca corrí, estaba en el séptimo piso, no era tanto.
Mientras subía sentía el ruido de balbuceos, dientes o algo así, conté los pisos.

1: Principio, cresta que queda.

2: Dale, dale, arriba hay cama y ducha.

3: ¿Y si este huevón no tiene comida?

4: ¿Qué es esa huevá en la escalera?
Si pos, había una “cosa” en medio de la escalera, y si hacía ruido vendrían mas, supuse. Por la Mierda. Apunté, disparé, se cayó, todo retumbó. Y comenzaron los gritos.
Miré hacia abajo, las puertas se habían abierto y “cosas” subían incómodamente rápido las escaleras. ¿Acaso no podían correr?, ¿acaso no viste exterminio, idiota?

5: Corre conchetumadre.

6: Mierda, mierda, mierda.

7: ¡¡¡Diego y la conchadetumadre!!! – grité.

Abrí la puerta y Diego me esperaba en la entrada de su casa.
                -¡Apurate ahuevonao!

Corrí, la puerta se abrió de golpe, me iban a agarrar, bueno, uno solo que por razones que aún no me explico podía correr, entonces Diego, creo que sufriendo mi mismo delirio de grandeza, le dio con un bate tan fuerte que me provocó incluso un poco más de miedo el que la otra huevá que quería comerme, creo. 

Le dio, le dio, le dio, le dio, le dio, le dio, le dio y le dio.

Más tarde cerró la puerta, muchos pestillos,  fue hacia su refrigerador y sacó dos cervezas.
                -No tomo- dije.
                -Deberías, se fue todo a la mierda, lo amerita.
                -¿todo a la mierda?
                -SI, el sueño socialista, no hay estado, y los soviets son esas huevás que se quieren comer incluso a si mismos.
                -Imposible.
                -Dímelo, pero lo único que hay vivo en la red es este foro culiao – me dijo mientras traía su notebook.
                -¿foros?, esas son huevás de pedófilos.
                -si, lo se, pero bueno, son los únicos que dan info, dicen que en la moneda ya no hay nadie y que el ejercito desertó, solo hay pequeños grupos armados tratando de mantener su orden.
                - ¿y tienes comida?
                -si, una semana, nada más.
                -¿Y qué dice el foro?
                - te lo cambio por mientras me dejas ver el juguetito de tu mochila.
                - ok


Espero puedan dormir, sin escuchar la voz de Cash y su propio apocalipsis.