viernes, 30 de octubre de 2009

No-Ventas


El Fiat 128 zumba bajo el viento de la carretera, el que mis pies rozan apoyados en la ventana, mientras observo terriblemente volado el techo. El hormigueo de la marihuana hace que me den ganas de masturbarme, o de comenzar a tocar a Camila, que duerme en el asiento de adelante. Que indecente y mal intencionado, pero vale, así funciona la adolescencia.

Queríamos ir a la Playa, Rodrigo por lo menos quería, pero ahora no sé a donde vamos. El hijo de puta conduce como un energúmeno, hace un rato me quedé dormido y desperté con la cara transpirada y babeando el asiento.

Me incorporo y observo la carretera desierta, en medio de la nada, Camila aun duerme. Le pego un pape a Rodrigo solo para romper su silencio de conductor.

-Mierda, huevón, no me distraigas, si nos sacamos la chucha va a ser por tu culpa.

-enciende la radio, hace rato que no noto nada mas que el espeluznante vacío.

-¿que vacío huevón?, ¡estay volao!.

Me tiro de nuevo hacia atrás, comienzo a reír. Me quedo dormido otra vez.

Recuerdo que la última vez que Camila me dio la pasada fue en el motel que nos quedamos hace unos 400 kilómetros atrás, igual no fue hace tanto. Ella puso la música muy fuerte “Where boys fear to tread” de los Smashings…

Ella me montó y yo olí sus pechos vulgarmente, Rodrigo dormía profundamente producto de las botellas que compró en la botillería de enfrente. Me pidió que le recitara unos poemas al oído mientras se clavaba. Me sentía un energúmeno improvisando unos versos indecentes y fuera de toda moral.

Después sonó la pared, los vecinos nos pedían que bajáramos la música, nunca lo hicimos, ella solo se inclino un poco más y causo el orgasmo más exquisito que un joven como yo podía experimentar. Me quede dormido y con el corazón palpitando en una adrenalina que solo un viaje loco a la mierda del mundo podía darme.

Paso la mitad de mi torso hacia la parte delantera del auto, y enciendo la radio. El rechinar de una señal inexistente invade el auto. Me duelen los ojos, ya es de noche, Rodrigo maneja fijo frente a la carretera, Camila ya con los ojos abiertos enciende un cigarro, convirtiendo todo en un escenario bastante común.

Rodrigo no me habla más que para putearme. La otra noche entre los dos golpeamos a un tipo que quería llevarse el auto. Le escupimos, y aun cuando ya no escuchábamos sus lamentos, lo machacamos hasta convertirlo en una masa sanginolienta. No lo matamos, pero si le revisamos la chaqueta, llevaba un poco de dinero y una pistola, no entiendo porqué no la sacó.

Tome la Mágnum (no se si era ese el modelo del arma, simplemente siempre quise decirlo) y apunte a Rodrigo, el abrió los ojos como si en realidad viera en mi las intensiones de dispararle, solo estaba jugando. Camila entraba en el auto, a ella nunca le importa nada.

- baja esa huevá – me dijo, temblando bajo el frío de la noche.

-¿que pasa Rodrigito?, ¿creís que te voy a disparar?…¡pero si somos compadres!- Rodrigo ni siquiera asintió. Yo miré al mini-market que teníamos a unos metros, me acordé de “Amores Perros”, y guarde la pistola atrás, en el pantalón. Caminé tranquilo a comprarme unos cigarros.

Cuando entré, un tipo con pinta de chino me miro sin darme la importancia que como cliente merecía. Vi que en el rincón del techo había una cámara de seguridad, no me importo.

Saqué la pistola, apunte al chino que se escondió inmediatamente bajo el mesón, salte tras el y le propine un par de patadas.

-La caja conchetumadre, ¿Qué te creís que quiero llevarme chocolates Chino maricón?

El pobre cristiano abrió sin ninguna resistencia la caja y me entrego unos cuantos billetes que arrugué en mi bolsillo. Le pegue de nuevo y lo obligué a tirarse boca abajo en el pasillo de artículos de limpieza, después le dispare a la cámara de seguridad, ¡por la chucha que me sentía James Dean en el mejor de sus actos!, no tengo idea que pasaba por la cabeza de Rodrigo y Camila. Me sentía Dios.

Tome unos dulces, muchas latas de Redbull y corrí al auto, la Camila estaba cagada de la risa, Rodrigo lloraba gritándome que como mierda se me había ocurrido hacer semejante huevá. Saliendo del pueblucho tire la pistola por la ventana y me enrolé uno de muerte.

(CONTINUARÁ)


lunes, 19 de octubre de 2009

Hogar dulce hogar...*


Paro un segundo para tomar aire...

Por fin los pacos se quedaron atrás,
entre todos los ambulantes y su gran público.
Escondo mi colchón y algunas frazadas viejas,
aunque a estas alturas de poco sirven esos trapos sucios...

El Cholo me siguió hasta mi improvisado refugio,
creo que ya marcó su territorio en mí también,
con sus grandes orejas negras,
capaces de detectar hasta la más remota sirena
y su cola arremolinada que comienza a sacudir
apenas me escucha decir su nombre.

Mientras intento acomodarme en el reducido espacio,
una mujer muy delgada y de "buena reputación"
me mira con recelo y un poco de asco.
En mi jodida vida la he visto siquiera,
pero ella me observa como si desde la infancia
hubiera querido hacerle algún daño...

Inmediatamente después recordé
que por una del mismo género llegué hasta acá,
a una vereda parecida a esta.
Venía con un morral y una chaqueta gruesa,
pero de todos modo
oliendo a descomposición y resentimiento...

La gente no ha cambiado mucho,
la limosna tampoco ha mejorado con los años
y los niños todavía lloran
al verme sentado en la esquina de siempre,
mi esquina,
marcada con la orina de la resignación.

Alcancé a cursar segundo medio,
en aquel tiempo se le decía humanidades.
Mis notas no eran de las mejores,
aunque los libros consumian gran parte de mi tiempo.
De igual modo las palabras bonitas
no sirven de mucho para un sujeto como yo,
sucio, pulguiento, hediondo y casi en los huesos...

Por las noches el frío carcome,
sin embargo se aprende rápido a superarlo.
El hambre es el que más quita el sueño,
no obstante, es el que menos se demora en saciar.
Pero por sobre todo lo que más me costó
fue olvidar su acentuado respirar
en las largas madrugadas de insomnio...

Una verdosa silueta se distingue
al final del callejón enmohecido.
La ceguera ha aumentado con el tiempo,
por lo que puedo divisar es uno de los mismos
que desesperado corría en mi cacería.
Será mejor que reanude mi escapatoria,
para que en la noche pueda regresar a mi hogar
y sentarme en lo más oscuro
a observar el gran espectáculo
de ver a la gente correr enloquecida
en estos inesperados días de lluvia...*