miércoles, 3 de febrero de 2010

Flashback...*


Despierto de la inconciencia con la única melodía que hace dos semanas suelo escuchar por las noches proveniente de la pared izquierda. Cada día la voz se vuelve más desgarradora pero sin menos esperanzas que desde la primera vez. Todo se alivia un poco al escucharla, incluso el dolor de los golpes, la electricidad y las lágrimas contenidas. Esa fue la última noche.

Me vuelven a golpear pero esta vez era distinto, me obligan a afeitarme y cada segundo se vuelve más intenso que el otro, la incertidumbre resuena en mi cabeza y trato de disimular hasta el mínimo gesto. El teniente me agarra de un brazo y con el arma siempre apuntándome me apura con la cara llena de odio que jamás en la vida había visto. "Tení santos comunista de mierda, arranca antes de que me arrepienta hueón", dijo sin que pudiera entender nada de lo que estaba sucediendo. Lo que recuerdo con más claridad es que tenía la maldita duda si debía correr o hacer como si nada hubiera pasado. Tratar de volver a una absurda y jodida realidad.

Por la vereda se acercaba una anciana cargada de mercadería, caminando al igual que todos lo miércoles después de la feria, me ofrecí a ayudarle para no levantar sospecha, más que mal un hombre con una afeitada tan mal terminada y lleno de cortes se vería raro en cualquier lugar de este país. En lo único que pensaba era en correr, correr tan lejos que llegara a desaparecer entre los cerros, las casas, la gente.

Escondido, delirando, asustado hasta las lágrimas encontré un lugar donde pasar las noche y las que siguieron durante una semana, sobrevivir ya era lo menos importante en lo que podía pensar. Traté de encontrar la casa de don Miguel, un veterano de mi barrio que hace un tiempo se vino a vivir a los cerros de Valparaíso, un viejo facho que nunca tuvo idea de nada. Lo encontré al fin y me recibió como si fuese el mismo Cristo. "¡Hijo estás vivo!, tu familia está tan preocupada por tí, incluso tu madre no tenía ni media esperanza de que estuvieras con vida", me abrazó fuerte y le conté todo lo que había pasado, fue extraño, pero su mirada se llenó de compasión y rencor que hasta sus discursos se fueron a la basura e hizo lo posible para que pudiera llegar sano y salvo a mi casa. Como extraño ese olor, ese intenso e irrepetible olor.

La vecina da un grito al verme y corre desesperada a mi casa, mamá ya sabía todo y desde la puerta veía mis pasos con los ojos nublados y felices, el camino hacia ella se hizo infinito, la sensación de empezar desde cero se clavó en nuestras mentes, resistiríamos todo y lucharíamos sin mirar nunca más el suelo, nunca.

Aun no entiendo por qué me soltaron, nunca lo sabré, aunque el querer saberlo día a día se va borrando de mi cabeza, pero ahora cada vez que cierro los ojos vuelve la melodía que calmaba el odio que inflamaba mis venas y regalaba un brillo en la enorme oscuridad. La melodía que jamás se irá.