sábado, 28 de marzo de 2009

Un domingo en el Beat.


Despierto, el dolor de cabeza hace que hunda mi cara en la almohada.

El sabor de roncola, aún presente en mi boca, contrae una pequeña nausea en mi estomago. Me duele el cuerpo. Feliz día domingo.

Dando una vuelta por el viejo Manchester. Y acompañando este invernal domingo, estos son los Happy Mondays, y su track 24 hour Party people en radio Horizonte…

How old are you? Are you old enough? Should you be in here watching that? And how old are you? Are you owning up? Should you be in here with?...

Me siento al borde de la cama, y trato de espabilar mis ojos y buscar el bastón. Últimamente el dolor me parece insoportable, probablemente el frío de la urbanidad afecta lo que queda de mi rodilla. Marla no ha llamado, ¿Qué tan probable es que esté sentada junto al teléfono llorando por mi?

Lavo mis dientes y observo la barba que me crece mostrando un par de pelos canosos, la vejez acaba de a poco lo que me queda de juventud. Estoy cojo, malhumorado y frustrado bajo lo que me gustaría fuera la mejor etapa de mi vida. Gustavo, hoy desayunaras afuera.

Bajo pesadamente los escalones, es un día nublado, pero no hace tanto frío como ayer. Por la noche los vidrios del Bar estaban tan empañados que, acompañados por la Atmosfera humeante y apesadumbrada que reinaba en el interior, formaba un pequeño refugio tropical en el cual yo y mi rodilla nos sentíamos mas enfermos de lo común.

La noche fue un tanto confusa, unos tipos se pusieron a hablar frente a todos en el bar sobre su amor desmesurado hacia el viejo indecente de Bukowski, leyeron un cuento y dos poemas con un nombre que se me hace borroso en estos momentos. Lo cómico del caso es que unas feministas con una pinta de Punkis con malas pulgas saltaron contra estos tipos raros, alegando que el viejo indecente (Bukowski) no es era que un machista abusador del sexo femenino. Lanzaron un cenicero y se fueron más satisfechas consigo mismas.

Me termine unas cuantas botellas de Smirnoff, hasta que llegó uno de estos tantos poetas callejeros a intercambiarme uno de sus poemas por un par de cigarros. No recuerdo si me negué, pero por lo que recuerdo se fue bastante ofendido por lo que le escupí sobre sus poemas, que al menos recuerdo, eran pésimos. Tan malos que me arruinaron la noche y tuve que beber para olvidarlos.

Eso no es malo, Kerouac necesitaba beber antes de cada entrevista. Era la única manera de poder explicar su propio género literario. Debo estar un tanto más lejos de él.

Salgo a la calle. Me dirijo como un buen ciudadano (urbanizado a la fuerza) al café mas cercano.

Café & restaurant Beat”. El nombre es algo extraño, pero está acorde a las intenciones del dueño: crear un ambiente muy británico, donde también se haga un pequeño tributo a toda la onda Mod, que a mi parecer, no tiene mucho que ver con nuestro Sudamericano sudor. De hecho, ¿quién mas que un extranjero puede tomar desayuno afuera, un día domingo de invierno, en medio de la capital mas gris de Latinoamérica?. Aparte de un tipo solo como yo, y unos cuantos parroquianos que no parecen querer dejar el pequeño mundo que hay dentro de este local, maldita sea, estos hijos de la generación Beat están en todas partes.

Pido un café y un Sándwich de ave. Mientras espero mi orden observo un cuadro de The Kinks con la bandera británica de fondo, y esa diana tricolor en un costado. Tan jóvenes, tanta cabellera larga, es lógico que al verlo uno deba sentirse nostálgico de lo que realmente no vivió. La camarera se demora en venir, no me preocupo tanto.

Pego los granos de azúcar a la yema de mi dedo índice y me llevo el pequeño dulzor a la boca, probablemente es una práctica antigénica, pero no conozco ningún caso de gente envenenada por azúcar.

Suenan las campanas de la puerta, y esta se cierra de golpe. Levanto la vista y observo a un encorvado individuo cubierto por una bata de dormir, una barba un tanto pronunciada, y unos lentes cuadrados. Lleva el diario bajo el brazo y, a decir verdad, al verlo siento que invado su espacio. Como si todo esto correspondiera al living de su casa, y yo insanamente me tomara su desayuno.

A este hombre lo conozco, es Andrés Beltrán, un Periodista un tanto loco, actual editor del Periodicucho para el que trabajo. También se el por qué de su aparición en piyama.

Andrés Beltrán es una persona por lo demás muy práctica, si bien vive en el edificio al frente del Café, le parece de muy poca necesidad bañarse y vestirse solo para tomar el desayuno. Este café viene a ser realmente su casa, no como yo, que debo caminar incómodamente un par de cuadras para poder sentarme en estos sillones de cuerina roja.

Andrés nota mi presencia y se dirige a mi mesa, yo intento no poner una expresión muy excluidora en mi rostro, pues realmente no quiero compartir con nadie del medio donde trabajo, un tanto por razones de salud mental.

Antes de pronunciar cualquier tipo de palabra lanza el periódico a la mesa, yo estupefacto abro más los ojos en señal de sorpresa.

-¿ Que pasa? – Pregunto.

- Abre el maldito diario – Responde mientras acomoda su trasero en el sillón paralelo a mi.

Haciendo caso de su orden, ojeo el diario, simulando un poco de atención para no hacer enojar al loco. Y dando muestras de satisfacción o vuelvo a lanzar a la mesa.

- Muy buen trabajo Andrés, esta bueno como de costumbre, ¿han cambiado la tinta?, ahora me parece más amigable a la vista – Digo. Andrés pone una expresión al parecer derivada de una pequeña picazón en las bolas, una muy molesta por cierto. Después de unos segundos me doy cuenta que no es necesariamente eso lo que le molesta.

- Estúpido, no estás – Responde conteniendo con muecas alguna reacción violenta.

Sin exclamar ninguna palabra vuelvo a tomar el Diario, y me voy directo a las paginas de cultura y espectáculos. Después de 2 vistas me doy cuenta que mi critica de “Donnie Darko” no está. Ni una palabra, ni mención, ni un cuadro de disculpas para mi por olvidar tan artística critica.

-¿Qué ha pasado? – Digo, el primer cigarro de la mañana a llegado a mi boca en un momento que podría ser mejor.

- Marla te cagó.

- Mientes, ella me ama. Llama cada vez que no le mando nada, ama mis criticas como una vez me amo a mi – Irónicamente hablo de la persona que me dejo tirado al pie de las escaleras mientras sufría con mi pierna rota, todo por seguirla a ella.

- Se aburrió, y decidió cortarte por un tiempo. Es una lastima que me tocara a mi decírtelo, pero dado que tomas desayuno aquí…

- ¿Hasta cuando será todo esto?, yo debo comer, y este era el único medio de dinero fijo que me daba esas expectativas. ¿Quieres que viva del periodismo independiente al cien por ciento?.

- Ese deja de ser mi problema Gustavo, a ti te gustó jugar con la Rusita esa, ahora debes morirte por ello.

- ¡Por dios Andrés!, casi me saca la pierna.

Andrés hace un gesto con la cara desentendiéndose del tema. El café y el Sándwich de ave palta reposa frente a mi. Es hora de llamar a alguien, estoy momentáneamente sin trabajo, era un hermoso día Domingo.

My videotape.