Se me cayeron dos veces los lentes antes de poder incorporarme a la inmensa caja que me trajo el correo, increíble, con 2 días de retraso aquel objeto maldito ya estaba en mi casa. Lo encontré en Internet, tenía ese logo luminoso en .gif que mostraba su cara, muy humana y perfecta. En sus cuatro modelos: Oriental, rubia, de color y modelo rusa.
Demoré muchas semanas, consejos, y risas de compañeros de trabajo para poder decidirme a dar el paso adelante: Conseguirme una acompañante que saciara todas mis ganas de recibir cariño desinteresado, después de una vida llena de fracasos, incluyendo un matrimonio que terminó en la estafa del sueño americano que no duró menos que un orgasmo mal venido.
Vi mis comics para encontrar a la mujer perfecta, ni muy voluptuosa, pero no al máximo Twiggy, quizá parecida a Wonder Woman (la actual, no la de los 70’s). Después me negué, era demasiado el parecido, así que indague en alguna actriz que me produjera “cosas” y que perteneciera a alguna época de oro, estuve una semana, noche tras noches, pensando en un nombre interesante, y que me hiciera sentir interesante en algún grado.
Después de la última cajetilla de cigarros frente al Toshiba, y unas cuantas cachetadas frente al tocador del baño me decidí por mi musa: Jean Seberg. Las cosas eran fáciles, sólo escribir el nombre en la pantalla y poner “ENTER”, después vendría la forma de pago y la espera que me haría olvidar este bochornoso asunto de pedir una acompañante de plástico. Si al final yo mismo me convencía de que el asunto no había pasado, nadie se mofaría de mi manera más desesperada de pedirle piedad al destino.
J: Bien, no fue difícil.
E: Vamos, ¿Qué tan terrible debe ser?, vivimos en tiempos modernos donde muchas cosas se permiten.
A: ¿Qué es esto?, ya comienzo a sentirme ridículo.
N: No puedo seguir con esto, vamos, tengo dinero, puedo pagarle a cualquiera. No, en realidad no, le tengo miedo a las enfermedades, ni siquiera la chica con la que hablo en Messenger me da la suficiente confianza.
S: ¿Estoy sudando?
E: Si, estoy sudando.
B: Mis manos tiemblan, ¿por qué me estoy obligando a hacer esto?, ¿me estoy burlando de mi mismo?
E: Mierda.
R: !Vamos¡, no queda nada.
G: Listo y “ENTER”.
Los días siguientes me los pasé fumando, tomando café y hablando de banalidades, la vida parecía retomar su normalidad, aunque ese frío solitario estaba siempre presente, quizá fue una liberación atreverme a pedir una acompañante (de mentiras), y sentir que de a poco el asunto se me olvidaba, incluso el pedido podría no llegar, y yo seguir mi vida completamente normal, sin ningún resentimiento. Quizá se me trate de un enfermo al no ser capaz de hilar una relación propia, de carne y hueso, pero en los tiempos que vivimos no es necesario ser un Don Juan, o tener una novia real, las relaciones sociales en proporciones son simplemente lazos laborales o frente a una pantalla, ni siquiera yo me preocupaba en ese momento, ahora no se si tanto.
Pasaba mi tiempo frente al computador, redactaba un par de informes que me pidió
Veía películas online, descargaba un par de discos pasables y después salía a tomar el metro atestado de gente, increíblemente narrando estos días siento que es un pasado lejano, ahora encerrado en el baño todo se hace un cuento de ciencia ficción, un 1984 venido a menos.
Y este es el presente que ningún pasado pudo cambiar, los métodos producción, y su lógica por sobre la estabilidad humana nuevamente se hacen presente en mi vida. Pero la soledad llama, y creo que es hora de que me comience a dar por vencido, el amor, en su visión capitalizada, te lo venden por Internet, y viene con protectores de pluma-vit, y olor a auto nuevo.
Y allí está, la caja, cerrada y esperando a que yo le saque la cinta de embalaje de encima. Jean, o lo que sea que esté adentro (espero no tener que armarla) está a un paso de mi indecisión. Envidio a los tipos que años atrás tenían que inflar simplemente esa muñeca, ponerse sobre ellas, hacer “su trabajo”, y después olvidarse del asunto; Ahora los japoneses destrozaron todo esa rapidez y le dieron un vínculo peligroso. Abro la caja.
Parada, inmóvil, con los ojos cerrados, con el vestido vintage y los labios rojos, un color natural, huelo su perfume a metros. Su piel me da miedo, casi real estiro mi mano para acariciarla, suave, pero fría, no esa frialdad de muerte, si no de noche con mucho viento y lluvia. A un rincón del compartimento están las instrucciones, por suerte no tengo que ensamblar nada, hecho un vistazo al manual.
“Señoritas de acompañamiento, la nueva forma de vivir para caballeros.
Nuestro producto no solo garantiza la compañía de una mujer normal y servicial, si no que la satisfacción de todas las necesidades que el hombre pueda tener con una mujer de casa…”
No puedo seguir leyendo, lo aberrante que significa todo esto es nauseabundo, voy directo al punto “¿Dónde mierda se enciende esto?” balbuceo antes de darme cuenta que estoy completamente solo.
Las indicaciones son bastante directas: “busque el interruptor en el entrepiernas del modelo A55-40 y espere mientras el sistema operativo entra en marcha, la personalidad del dispositivo se amoldará conforme usted le responda la primera pregunta del test formativo, además de hacer un reconocimiento de voz”.
Deben estar jodiendo, pienso. Meto mi mano entre las piernas de la muñeca, buscando algo parecido a un interruptor, encuentro un botón, no me atrevo aun, la imagen debe ser muy poco decorosa (dale, no cuesta nada…a las una, a las dos, y a las…a las una a las dos y a las…a las una, a las dos, y a las TRES).
-Hola querido, ¿que vamos a hacer esta noche?.
Soon as you came in,
all the beast went away