viernes, 17 de mayo de 2013

Pánico: Violeta


Si doy un vistazo a las causas  y asares que llevaron a que finalmente Violeta terminara con una narcolepsia  total sobre mi cama, tiempo pasado de la última vez que hablé con Soledad, pues el principal culpable de todo esto sería yo. Claro, mis pastillas y ese inevitable momento en el que algún idiota quisiera tomarlas para poder satisfacer esa necesidad pequeño burguesa de sentirse un “Farmacodependiente”.

Ok, digo “idiota” porque no evaluaba, ni se me pasaba por la cabeza, que sería la chica con la que había estado los últimos meses, y con la cual acababa de terminar hace algunos días. Se supone que cuando el mundo se ve más tranquilo, incluso cuando ya tienes la piel y los huesos para terminar relaciones y bancarte el sufrimiento del otro, este tipo de hechos queda en las novelas de mal gusto y llenas de lugares comunes, ok, creo que todo terminó más que en una novela, en mi vida.

Las cosas estaban claras y en orden: después de mucho tiempo decidí tener una relación eliminando todos los contras: Mi pesadez, el total rechazo hacia la gente que rodeaba; Volví a la casa de mi madre para poder tener un poco de tranquilidad creativa (tipo Jorge Gonzales), dejé de salir con mucha gente (especialmente con mujeres) y me decidí a ser un hombre nuevo con las convicciones tipo León Trotsky. Resultado: Me convertí en una persona que odiaba todo su entorno, y que por cuestiones obvias el entorno lo odiaba a él, pero que por ningún motivo podía salir de allí.

Una suerte de “Los odio, ustedes me odian, pero debo estar aquí”.

No se puede llegar a ser una gran persona mientras odias en secreto, eso al final te pudre, te quema por dentro hasta que terminas escribiendo en los baños, en las mesas, cambiado tus iniciales para que nadie te cache, y escupiendo mierda al mundo. Volví, por ejemplo, a esa maldita costumbre pendeja de enviar mails anónimos a los profes nefastos en la universidad,  aunque fue entretenido. No recuerdo exactamente el mail, pero a uno le escribí diciéndole lo mierda de su clase, lo nefasta de su parada de “super escritor” y que ojalá Rimbaud  acabara llendose en su boca hasta que “todo”  saliera por sus oídos. No me volví una buena persona necesariamente.

Bueno, directo a lo que atañe,  Violeta se tomó 4 mg. de clonazepam en una suerte de llamada de atención debido a nuestro quiebre y a la posibilidad de que una compañera de Universidad haya venido el día anterior a follar desenfrenadamente conmigo. Cuestión que desmiento, pero en la mente de cualquiera se pude transformar en algo despiadadamente perfecto. Asumo que en realidad vino, pero no hubo más que una conversación sobre la mierda de carrera en la que estoy, y por supuesto, ella metida en internet mientras yo dormía un rato. Lo peor de todo es que mi madre fue una de las que en su enojo, con violeta presente, decidió soltarlo, como una forma de joderme la vida definitivamente.

Con Violeta veníamos teniendo una relación estable hasta que me di cuenta que ambos no podíamos seguir tratándonos, ella sabía de mis fantasmas y por otro lado vivía con la idea de que yo estaba con otra persona, la desconfianza me terminó haciendo dejar de creer en la relación y mandándola a la mierda con la condicionante de que podíamos ser amigos, ahora, con ella allí babeando sobre mi almohada, en su quieto e inquietante sueño, me hace dudar de la decisión. Me es imposible llevar adelante una relación completamente estable sin tener que lidiar con casos como estos. Que retroceso.

Con ella nos conocimos en una de esas fiestas a las que vas por la obligación de que uno de tus amigos cumple un año más. Esos edificios de la explanada de Playa Ancha son húmedos, razón por la cual terminamos durmiendo juntos. Miento, nos teníamos ganas virtualmente, hasta que nos conocimos, lo más raro de todo es que al otro día, después de conversar con ella y despedirme, por equivocación, una vez en mi cama y con el recuerdo aún intacto, me equivoqué de pastillas, y terminé tomando unas huevás para esquizofrénicos, recuerdo de mi tío que estuvo ocupando la pieza un tiempo, antes de que yo, después de una larga decisión, me atreviera a volver al “amor de madre”.

Terminé mareado, tartamudeando y babeando (como Violeta), en la urgencia del Carlos Van Buren. Y como la dosis que había tomado no era suficiente para matarme, el lavado de estomago no era necesario, pero como existía la posibilidad de tener una crisis de pánico, decidieron dejarme en un colchón al lado de la unidad de inyectados y viejos locos sin dientes y pasar la noche allí a ver qué me pasaba. Así tal cual. Resultado claro, tres días en cama, sin ningún tipo de tratamiento más que el de ver televisión y pensar en la muerte.

Mucha gente creyó que finalmente me había intentado suicidar, otros solo asentían con la cabeza y pensaban en mi final inevitable. Qué raro, te tomas por error un par de pastillas y ya eres un rockstar con los suficientes motivos para matarte. Nadie evaluó que si yo no quisiera seguir jodiendolos, ya me habría ido a la mierda hace bastante rato.

Bueno, y aquí estoy, en la pieza llena de fotografías, anuncios del llamado a la toma del poder por los trabajadores, esperando que el último amor despierte y salga de acá con vida. Vigilando si respira, o si tendré que dedicarle algún epitafio a los cobardes.