Marla acaricia mi pelo bajo el sol de
Lo observo dormir, su rostro es nefasto, las ojeras de un tipo que no duerme nunca, pero que ahora es un ángel ebrio sobre sus alas de celofán. Tomo el bastón y lo golpeo en el pecho.
-Despierta, mierda – le digo. Se queja de dolor, abre los ojos y da la vuelta, su intención es seguir en el sillón hasta que el mundo mejore. Bastante difícil para ambos.
-Creo que esta es una de las razones por las que Marla te odia, Gustavo, eres un maldito hijo de puta, perdiste la sutilidad cuando caíste por las escaleras.
-A Marla no le interesa la sutilidad, no la tubo al cortarme del diario “por un tiempo” y menos cuando Casi pierdo la pierna.
-Aún la amas Gustavo.
-No digas estupideces.
Marla juega con sus dedos en mi pelo, Valparaíso se instala bajo un veraniego sol, el que hace olvidar por momentos la dictadura y los malos programas que dan en Televisión.
- Me Gusta tu pelo – me dice. Claro, a mi me gusta todo de ella, se lo repito cada vez que puedo, su pelirroja cabellera que cae ondulada sobre sus hombros, sus pecas, su olor.
-Si sigues acariciándome me quedaré dormido aquí mismo, como que la tarde esta para eso.
Santiago nunca fue una buena ciudad en el verano, con Marla decidimos escaparnos unos días a la casa de sus primas de Valparaíso, al ser el último mes antes de entrar a
Un febrero total, con Marla nos dejan dormir juntos, y nos desvelamos fumando, haciendo el amor, y conversando hasta el amanecer. También escuchamos lo poco que tenemos de Bowie en el tocadiscos de
Apoyado en mis brazos y de barriga al pasto observo a los niños subidos en los carritos de arriendo, todo parece una postal de la mejor de las películas gringas, es raro como la gente con el sol olvida los hechos más importantes. Mi viejo está en España, y no creo que vuelva en mucho tiempo más, Marla se encarga de hacerme olvidar lo mucho que he perdido en estos últimos años, creo que día a día me enamoro más de ella, y eso es algo que no pudo perder, que ni el mas bravo de los soldados puede robarme, al menos eso no cambiara nunca.
- Marla..?
- Dime…
- Te amo.
-Yo También te amo Gustavo.
Subimos lentamente por almirante Montt, el atardecer enrojece el marítimo cielo de Valparaíso, pareciera que pronto las estrellas se tomarán el firmamento. Marla se detiene, nos miramos. Sus ojos son capaces de enternecer al más amargado de los hombres.
- Gustavo, hazme un favor.
- ¿Cuál?.
- No cambies nunca. Nunca pares de sonreír.
-Te lo prometo, Marla – Un beso adorna la postal romántica del Gran Valparaíso.