Movías tu cuerpo sobre mi, tuviste un visible viaje al brillo, y dejaste que te abrazara desnuda en medio de esa tarde colegial, cómplice, de Curauma. Leías vía Internet algunos tomos de “Transmetropolitan”, yo me subía los pantalones, me arreglaba el uniforme del Liceo 2 de recreo y te veía blanca, en ropa interior, sobre la cama de tu hermano, ese que trabajaba todo el día.
Y perdí mi juventud en Curauma, bebíamos mientras yo te leía unos poemas insanos e inexcusables, de los cuales tu insistías que nacería mi fama maldita que me haría una persona conocida en el país. Después me desvestías y seguíamos hasta que llegara la noche, y que la última micro me devolviera a Playa Ancha.
A veces me preguntaba quien de los dos se necesitaba más, salía del liceo, mis compañeros te silbaban, unos me trataban de “Compañero traidor” porque tu eras la mina del colegio cuico de abajo, y yo el cabro chico chorizo adoptado por aquellos Evertonianos Ruletas. Pero no lo era, me habías adoptado en aquella micro que me llevo junto contigo, cuando compramos una bebida y yo falté al preuniversitario.
En una la orilla de aquel tranque artificial que nunca entendí, lanzábamos piedras y el agua se dibujaba en tu cara, nos acostumbramos a estar juntos, tu te dabas cuenta que yo estaba allí, y yo siempre te miraba y sonreías tapándote los ojos, sonriéndome, jugando a ser niños te encontré, cuando aquella tarde, ahí mismito, tomaste mi mano y la llevaste a tu entrepierna, me mirabas con complicidad absoluta, me mirabas como si de todo esto dependiera nuestra existencia, después vino un beso, después vino tu voz en mi oído diciéndome sólo algo que recuerdo aquellas noches en que el Valparaíso ebrio me llama, creo que por eso bebo compulsivamente.
El último cómic que me regalaste fue la “La retirada”, libro 5, donde muestran uno de los tantos orígenes del Joker. Después solo tengo encuentros vagos sobre leídas nostálgicas, y ese eterno “Perdí mi juventud en Curauma”, que suena al “Perdí mi Juventud en los burdeles” de Gonzalo Rojas, la única gran diferencia es que no moriste, como aquella dama de la noche de la cual el poeta hijo de Rokha se enamoró perdidamente.
Después nos perdimos, después llegó el amanecer, después llego mi compañero de casa a despertarme, sonaron los Strokes, y los huevos friendo. Sale de nuevo el sol, tengo una leve sensación de pánico por ello,
¿Dónde carajo guardé esas pastillas?
2 comentarios:
Te vuelvo a decir.. quiero saber qué pasó con Pablo y el resto, en la cabaña del Quisco, o qué pasó cn esos que robaron en un servicentro...
no entiendo el hilo que estás siguiendo ahora cn Pánico, pero me alegra q sigas escribiendo, al menos uno de los dos continúa... mi tinta se esttá recargando para más adelante
(=
te cuidas y te veo pronto hermanito
Este es el estilo que te viene. Aunque no estan demas las historias pasás a gangster igual este tipo de historias te salen como innatas y me agrada.
LvL +50
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