El Fiat 128 zumba bajo el viento de la carretera, el que mis pies rozan apoyados en la ventana, mientras observo terriblemente volado el techo. El hormigueo de la marihuana hace que me den ganas de masturbarme, o de comenzar a tocar a Camila, que duerme en el asiento de adelante. Que indecente y mal intencionado, pero vale, así funciona la adolescencia.
-Mierda, huevón, no me distraigas, si nos sacamos la chucha va a ser por tu culpa.
-enciende la radio, hace rato que no noto nada mas que el espeluznante vacío.
-¿que vacío huevón?, ¡estay volao!.
Ella me montó y yo olí sus pechos vulgarmente, Rodrigo dormía profundamente producto de las botellas que compró en la botillería de enfrente. Me pidió que le recitara unos poemas al oído mientras se clavaba. Me sentía un energúmeno improvisando unos versos indecentes y fuera de toda moral.
Después sonó la pared, los vecinos nos pedían que bajáramos la música, nunca lo hicimos, ella solo se inclino un poco más y causo el orgasmo más exquisito que un joven como yo podía experimentar. Me quede dormido y con el corazón palpitando en una adrenalina que solo un viaje loco a la mierda del mundo podía darme.
Paso la mitad de mi torso hacia la parte delantera del auto, y enciendo la radio. El rechinar de una señal inexistente invade el auto. Me duelen los ojos, ya es de noche, Rodrigo maneja fijo frente a la carretera, Camila ya con los ojos abiertos enciende un cigarro, convirtiendo todo en un escenario bastante común.
- baja esa huevá – me dijo, temblando bajo el frío de la noche.
-¿que pasa Rodrigito?, ¿creís que te voy a disparar?…¡pero si somos compadres!- Rodrigo ni siquiera asintió. Yo miré al mini-market que teníamos a unos metros, me acordé de “Amores Perros”, y guarde la pistola atrás, en el pantalón. Caminé tranquilo a comprarme unos cigarros.
-La caja conchetumadre, ¿Qué te creís que quiero llevarme chocolates Chino maricón?
(CONTINUARÁ)