Demoré muchas semanas, consejos, y risas de compañeros de trabajo para poder decidirme a dar el paso adelante: Conseguirme una acompañante que saciara todas mis ganas de recibir cariño desinteresado, después de una vida llena de fracasos, incluyendo un matrimonio que terminó en la estafa del sueño americano que no duró menos que un orgasmo mal venido.
Vi mis comics para encontrar a la mujer perfecta, ni muy voluptuosa, pero no al máximo Twiggy, quizá parecida a Wonder Woman (la actual, no la de los 70’s). Después me negué, era demasiado el parecido, así que indague en alguna actriz que me produjera “cosas” y que perteneciera a alguna época de oro, estuve una semana, noche tras noches, pensando en un nombre interesante, y que me hiciera sentir interesante en algún grado.
Después de la última cajetilla de cigarros frente al Toshiba, y unas cuantas cachetadas frente al tocador del baño me decidí por mi musa: Jean Seberg. Las cosas eran fáciles, sólo escribir el nombre en la pantalla y poner “ENTER”, después vendría la forma de pago y la espera que me haría olvidar este bochornoso asunto de pedir una acompañante de plástico. Si al final yo mismo me convencía de que el asunto no había pasado, nadie se mofaría de mi manera más desesperada de pedirle piedad al destino.
Los días siguientes me los pasé fumando, tomando café y hablando de banalidades, la vida parecía retomar su normalidad, aunque ese frío solitario estaba siempre presente, quizá fue una liberación atreverme a pedir una acompañante (de mentiras), y sentir que de a poco el asunto se me olvidaba, incluso el pedido podría no llegar, y yo seguir mi vida completamente normal, sin ningún resentimiento. Quizá se me trate de un enfermo al no ser capaz de hilar una relación propia, de carne y hueso, pero en los tiempos que vivimos no es necesario ser un Don Juan, o tener una novia real, las relaciones sociales en proporciones son simplemente lazos laborales o frente a una pantalla, ni siquiera yo me preocupaba en ese momento, ahora no se si tanto.
Pasaba mi tiempo frente al computador, redactaba un par de informes que me pidió
Veía películas online, descargaba un par de discos pasables y después salía a tomar el metro atestado de gente, increíblemente narrando estos días siento que es un pasado lejano, ahora encerrado en el baño todo se hace un cuento de ciencia ficción, un 1984 venido a menos.
Y este es el presente que ningún pasado pudo cambiar, los métodos producción, y su lógica por sobre la estabilidad humana nuevamente se hacen presente en mi vida. Pero la soledad llama, y creo que es hora de que me comience a dar por vencido, el amor, en su visión capitalizada, te lo venden por Internet, y viene con protectores de pluma-vit, y olor a auto nuevo.
Y allí está, la caja, cerrada y esperando a que yo le saque la cinta de embalaje de encima. Jean, o lo que sea que esté adentro (espero no tener que armarla) está a un paso de mi indecisión. Envidio a los tipos que años atrás tenían que inflar simplemente esa muñeca, ponerse sobre ellas, hacer “su trabajo”, y después olvidarse del asunto; Ahora los japoneses destrozaron todo esa rapidez y le dieron un vínculo peligroso. Abro la caja.
No puedo seguir leyendo, lo aberrante que significa todo esto es nauseabundo, voy directo al punto “¿Dónde mierda se enciende esto?” balbuceo antes de darme cuenta que estoy completamente solo.
Deben estar jodiendo, pienso. Meto mi mano entre las piernas de la muñeca, buscando algo parecido a un interruptor, encuentro un botón, no me atrevo aun, la imagen debe ser muy poco decorosa (dale, no cuesta nada…a las una, a las dos, y a las…a las una a las dos y a las…a las una, a las dos, y a las TRES).
-Hola querido, ¿que vamos a hacer esta noche?.